Se cree que “teporocho” nació de una costumbre de principios del siglo XX: beber infusiones de hojas de naranjo o canela con alcohol en el Centro Histórico de la Ciudad de México.
El término “teporocho” tiene sus raíces en la historia de los barrios durante principios del siglo XX. En aquel entonces, los barrios tenían un ritmo más similar al de un pueblo que al de una ciudad, y se solían colocar puestos callejeros donde se vendían infusiones por ocho centavos. De ahí la expresión “me da un té por ocho”. Con el tiempo, la expresión se acortó, y los borrachos fueron identificados como “teporochos”.
La repetición de la frase “me da un té por ocho” se asoció con el consumo de alcohol temprano en el día, y la palabra “teporocho” se convirtió en una etiqueta para aquellos bajo la influencia del alcohol. La identificación de alguien como “teporocho” indicaba que estaban bajo los efectos del alcohol, siendo fácil reconocerlo por su aspecto desaliñado, aliento alcohólico, desorientación e, incluso, algunos podían encontrarse tirados en las calles.
En 1971, el escritor Armando Ramírez publicó su primera novela, “Chin-Chin el teporocho”, que exploraba la vida en el barrio de Tepito y la juventud de su protagonista, quien enfrentaba los desafíos de una vida urbana difícil. La novela presentaba al teporocho como una figura alegórica que reflejaba las luchas y adversidades del autor. Ramírez se unió a otros escritores de la época que abordaban realidades crudas con un enfoque desenfadado, aportando a la literatura una perspectiva más cercana a la experiencia cotidiana.