Conoce la histórica sombra de la muerte en el sabor de un cigarro ante el fusilamiento durante la revolución mexicana y la guerra cristera.
En el vasto tejido histórico de México, la expresión “chupar faros” ha perdurado como un sombrío recordatorio de épocas tumultuosas marcadas por el fusilamiento. Más que una mera frase, esta expresión tiene sus raíces en los días oscuros de la Revolución Mexicana y la Guerra Cristera, donde la muerte se entrelazaba con un objeto cotidiano: los cigarros Faros.
La historia de los Faros se remonta a 1918, durante la Revolución Mexicana o incluso antes, en los turbulentos tiempos de la Revolución. Producidos por la Cigarrera del Centro o Tabacalera Nacional en Irapuato, Guanajuato, estos cigarros eran conocidos por ser asequibles y por su particular sabor dulce, gracias al papel de arroz que envolvía el tabaco. Durante la Revolución, su accesibilidad los convirtió en los preferidos durante los fusilamientos de prisioneros de guerra.
La práctica del fusilamiento, ya sea en el contexto de la Revolución Mexicana o la Guerra Cristera, estaba profundamente arraigada en esos tiempos tumultuosos. Se dice que, antes de recibir el fatal disparo, se permitía al condenado disfrutar de un último acto: fumar su último cigarro. En este contexto, el acto de “chupar faros” se convirtió en una macabra expresión que resonaba en la mente de aquellos testigos y protagonistas de un desgarrador capítulo de la historia mexicana.
Durante la Guerra Cristera, el conflicto armado de 1926 a 1929 entre las autoridades federales y la iglesia, la expresión también encontró su eco. Las tensiones políticas y religiosas de la época se reflejaron en la prohibición de la participación de la iglesia en asuntos públicos, lo que generó un conflicto violento.
En la actualidad, a pesar de los cambios en la producción y propiedad de los cigarros Faros, la frase “chupar faros” ha perdurado en la conciencia colectiva mexicana como un símbolo de muerte, independientemente de la causa del fallecimiento. La marca, ahora producida por la compañía estadounidense Philip Morris, ha evolucionado en diseño y presentación, pero el vínculo con su oscuro pasado persiste.
El paquete de Faros, con su distintiva imagen de un hombre en el puerto, fumando mientras observa un barco alejándose con una torre de faro de fondo, busca capturar la atención como un producto de nicho. Sin embargo, la sombra de la historia sigue presente, recordando a los mexicanos la conexión única entre un simple acto de fumar y los días tumultuosos en los que “chupar faros” era más que una elección personal, era una premonición de la muerte.