El cambio climático ha existido desde los principios de la formación de la Tierra; es un proceso que ha ocurrido a lo largo de eones. Entonces, ¿por qué hoy en día es algo tan preocupante y se escucha frecuentemente, tanto en el gremio científico como en las redes sociales? El problema radica en la velocidad con la que está ocurriendo este fenómeno natural: antes transcurrían millones de años para que la temperatura global variara, mientras que ahora esos lapsos se han acortado drásticamente.
Para ponerlo en perspectiva, la temperatura de la Tierra aumentó en un promedio de 0.06 °C por década desde 1850 hasta la actualidad, pero la tasa de calentamiento desde 1982 es más de tres veces mayor: 0.20 °C por década.
El 2023 fue el año más cálido desde que comenzaron los registros mundiales en 1850, por un amplio margen: estuvo 1.18 °C por encima del promedio del siglo XX (13.9 °C) y 1.35 °C por encima del promedio preindustrial (1850–1900). Además, los diez años más cálidos de los registros históricos han ocurrido en la última década (2014–2023), según la NOAA.
Esta aceleración no da tiempo suficiente a plantas y animales para adaptarse a las nuevas condiciones, lo que resulta en el deterioro de los hábitats naturales. Una de las estrategias para recuperar estos ecosistemas dañados por el cambio climático y la actividad humana es la restauración ecológica, que puede ser: Pasiva, que elimina la presencia humana y Activa, que además de suprimir actividades humanas, implica acciones dirigidas a la recuperación de la vegetación, Esto incluye la preparación de suelos para incrementar su fertilidad y retención de agua, la traslocación de suelo desde bosques hacia las áreas afectadas para facilitar el establecimiento de árboles, y la siembra de semillas o el trasplante de plántulas.
En el método activo, lo ideal es utilizar plantas que se adapten rápida y eficientemente. ¿Cuáles son esas especies? Según el estudio “Especies vegetales con potencial para la restauración forestal en el Estado de San Luis Potosí bajo escenarios de cambio climático” (tesis de Jesús Sandoval Martínez, IPICYT), el objetivo fue determinar la utilidad de los modelos de distribución de especies (SDM, por sus siglas en ingles), los cuales se basan en variables climáticas para seleccionar las plantas más viables en proyectos de restauración climáticamente adaptativos.
En su análisis de 97 especies nativas (seleccionadas de un listado inicial de 624 leñosas y suculentas, con datos de la plataforma Global Biodiversity Information Facility), se encontró que solo el 26,8 % mantendrá al menos la mitad de sus hábitats altamente adecuados en escenarios climáticos futuros, y se validó experimentalmente en campo que los SDM son una herramienta confiable para planificar restauraciones adaptativas.
Tras calibrar los SDM y proyectarlos sobre escenarios de cambio climático en México (periodo 2041–2060), se comparó la cobertura de hábitats muy adecuados en el clima actual frente al futuro. Solo 26 especies (16 familias taxonómicas) conservarán más del 50% de su área climáticamente favorable a corto plazo.
Aunque este 26,8% representa un número reducido, equivale apenas al 4,2 % del total de las 624 especies consideradas en el Estado de San Luis Potosí. Estos resultados coinciden con otros estudios regionales y globales que advierten que el aumento de temperatura y la disminución de precipitación reducirán los rangos de muchas plantas nativas.
Los resultados de la investigación arrojaron que dos especies se mostraron superiores por su alta distribución en los modelos, Vachellia pennatula (tepame) y Neltuma laevigata (mezquite), donde V. pennatula es más sensible al aumento de aridez. Sus modelos predicen una reducción de hábitats adecuados y los experimentos confirmaron bajas tasas de emergencia y establecimiento en escenarios de cambio climático. Por tanto, su uso futuro debe ser reconsiderado, aunque se recomienda su conservación local por su valor socio ecológico.
En cambio, N. laevigata, mostró resiliencia: sus modelos predicen un aumento de hábitats adecuados y los experimentos confirmaron su capacidad de reclutar bajo condiciones más secas. Además, mejora el suelo al fijar nitrógeno, lo que la convierte en una especie ideal para restaurar ecosistemas degradados en climas áridos y semiáridos, siendo esta última mejor para proyectos de restauración a largo plazo.
Esto nos deja con dos posibles herramientas para realizar restauraciones ecológicas, mayormente en zonas áridas que bien se pueden recomendar especies como N. laevigata que resisten mejor el calentamiento y complementar el uso de V. pennatula con acciones de conservación en zonas donde aún mantenga hábitats no tan deteriorados, dando buenas opciones a los municipios, localidades, organismos privados o públicos que tengan una visión más amplia y preocupación real por el ambiente y busquen realizar trabajos para cambiar el entorno de su ecosistema y beneficiarlo.