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Rosa Icela, la voz que rompió el ‘techo de cristal’ en Palacio Nacional

Ser mujer y ser huasteca: una doble frontera que ni el machismo, ni el clasismo, ni el centralismo lograron cerrar.
Rosa Icela, la voz que rompió el ‘techo de cristal’ en Palacio Nacional Rosa Icela, la voz que rompió el ‘techo de cristal’ en Palacio Nacional

Rosa Icela Rodríguez Velázquez no solo es la primera huasteca en llegar a uno de los máximos cargos en la política nacional ni la primera mujer en estar a cargo de la seguridad pública en la historia de México. Es, ante todo, una mujer indígena potosina que representa a miles de mujeres que han sido invisibilizadas durante décadas en la vida pública del país.

De raíces huastecas a la cúspide política

Su historia comienza entre cafetales y neblinas, en un rincón de la sierra potosina donde la tierra habla con acento náhuatl y la memoria se transmite en forma de consejo, de canto o de silencio. Nació en Xilitla, San Luis Potosí, creció entre los ecos de Axtla de Terrazas y Tampacán —los pueblos de su madre y su padre—, y echó raíces en Ciudad Valles, junto con sus hermanos.

No hay simulación en su identidad. Rosa Icela es la Huasteca, no solo por nacimiento, sino por pertenencia. En ese entorno aprendió a caminar sin hacer ruido, a mirar con detenimiento, a decir lo justo y a actuar con firmeza. Porque crecer siendo mujer e indígena en un país como México es crecer con los techos siempre cerca y las puertas, casi siempre, cerradas. Pero también es crecer sabiendo que el camino se hace andando, aunque sea cuesta arriba.

Como dice el refrán: “No hay mal que por bien no venga”. Y en ese andar, Rosa Icela entendió que su voz —la de una mujer huasteca— tenía tanto derecho como cualquier otra a ser escuchada.

La periodista que escuchaba más de lo que decía

Luego de cursar sus estudios primarios, Rodríguez Velázquez dejó la Huasteca Potosina con una libreta en la mano y la convicción de que las historias también podrían ser herramientas de transformación. Se formó como periodista en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García y trabajó en medios como El Universal, La Jornada, La Afición y Televisa Radio.

Fue en las redacciones, en los recorridos de calle, en las entrevistas con quienes nunca aparecían en los titulares, donde Rosa Icela desarrolló su sensibilidad política. Su paso por el periodismo no fue de micrófono fácil ni de nota espectacular. Fue una escuela de escucha.

Y esa escucha sería su brújula cuando decidió cruzar el umbral hacia el servicio público.

Una vida entre oficinas, barrios y madrugadas

Su tránsito a la vida pública comenzó en el año 2000, durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador en el entonces Distrito Federal (DF) —Hoy Ciudad de México—. Fue directora general de Participación Ciudadana y Concertación Política en la Secretaría de Gobierno, y asistió sin faltar un solo día a las sesiones matutinas del gabinete de seguridad.

Desde esos primeros años, se convirtió en una figura constante —aunque discreta— de la administración pública. Coordinó territorios de alto riesgo como las colonias Buenos Aires y Doctores, donde apostó por una estrategia de inteligencia policial y construcción vecinal de redes de protección.

Ocupó diversos cargos en los gobiernos capitalinos, con responsabilidades que iban desde la atención a adultos mayores hasta el diseño de políticas para el desarrollo social y rural. Su trayectoria fue construida desde abajo, como quien sube una ladera empinada sin perder el paso.

Durante más de una década, Rosa Icela ocupó cargos clave en la administración pública del DF, desde donde consolidó una trayectoria marcada por la cercanía con los territorios más vulnerables. Entre 2006 y 2009, bajo la jefatura de Marcelo Luis Ebrard Casaubón, coordinó el Gabinete de Gobierno y Seguridad Pública, asumiendo además la compleja labor de dirigir las 71 Coordinaciones Territoriales de Seguridad Pública y Procuración de Justicia, estructura que articula las políticas locales de seguridad en contacto directo con la ciudadanía. Su trabajo se enfocó en la inteligencia comunitaria y la prevención, en una ciudad atravesada por desigualdades y desafíos de gobernabilidad cotidiana.

Más adelante, lideró políticas sociales de amplio alcance: primero como directora del Instituto para la Atención de los Adultos Mayores (2009-2012), y luego como secretaria de Desarrollo Social (2012-2015) y de Desarrollo Rural y Equidad para las Comunidades (2015-2018), durante el gobierno de Miguel Ángel Mancera Espinosa. Su perfil técnico y su compromiso con la inclusión la llevaron a asumir la Secretaría de Gobierno de la capital en 2018, con Claudia Sheinbaum Pardo como jefa de Gobierno. Desde esa posición, hasta julio de 2020, fue el rostro de la interlocución política en una de las ciudades más complejas de América Latina, sin renunciar nunca a su identidad de mujer huasteca al servicio de lo público.

Pensar el cuidado desde la política pública

Además de su labor en el terreno operativo de la gestión pública, también ha contribuido a la reflexión crítica sobre los derechos sociales y las políticas de cuidado. Es coautora del libro Necesidades de cuidado de las personas mayores en la Ciudad de México. Diagnóstico y lineamientos de política, una obra que ofrece un panorama detallado sobre las condiciones de vida de los adultos mayores en la capital, con propuestas concretas para garantizar su bienestar desde un enfoque de derechos.
También participó como coeditora en Autonomía y dignidad en la vejez: Teoría y práctica en políticas de derechos de las personas mayores, y como colaboradora en Los derechos de las personas mayores en el siglo XXI: situación, experiencias y desafíos. Estas publicaciones, editadas por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) en colaboración con el Gobierno de la Ciudad de México (CDMX), evidencian el compromiso de Rodríguez Velázquez con una política pública que no solo administre, sino que piense, escriba y construya desde la empatía y la equidad.

Puertos, pandemia y poder

En 2020, en medio de la pandemia, fue nombrada coordinadora general de Puertos y Marina Mercante. Su misión era clara: sanear una estructura corroída por la corrupción y el contrabando. Su diagnóstico sirvió de base para una reforma de gran calado que transfirió el control de los puertos a la Secretaría de Marina (Semar).

Poco después, aún convaleciente por Covid-19, fue designada secretaria de Seguridad. Su nombramiento rompió una barrera histórica: por primera vez, una mujer —y una mujer indígena— encabezaban la política de seguridad en México.

No ofreció promesas grandilocuentes ni protagonismo mediático. Sabía que el contexto era adverso. Su gestión fue serena, técnica, enfocada en la reconstrucción institucional y la coordinación intergubernamental.

Romper techos sin romperse

La historia de Rosa Icela no es una carrera de velocidad. Es una caminata larga, cuesta arriba, sorteando obstáculos invisibles y visibles: el clasismo, el machismo, el centralismo. En su andar, no solo rompió el ‘techo de cristal’, sino también el de tierra, el que pesa más, el que excluye desde la cuna.

Su nombramiento como secretaria de Gobernación en el gobierno de Claudia Sheinbaum representó mucho más que un nuevo cargo. Es la presencia de una voz huasteca en el corazón del poder, es el eco de una Huasteca Potosina que ha sido silenciada por siglos.

Desde Xilitla hasta Palacio Nacional, su trayecto no es un símbolo de triunfo personal, sino un acto de representación colectiva. Esto no es un punto de llegada, sino un nuevo punto de partida para todas las mujeres que han sido ignoradas, las que han cuidado sin ser reconocidas, las que han resistido en silencio.

Hoy, su presencia en las esferas más altas del Estado mexicano es una cosecha que no solo le pertenece a ella, sino a todas las que aún están por llegar.

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