De locomotoras solitarias a expresiones cotidianas, vamos a desentrañar la historia que marcó el surgimiento de un modismo nacional.
En los anales del tiempo, el origen de expresiones coloquiales a menudo se entrelaza con momentos trascendentales de la historia. En esta ocasión, nos sumergimos en el pasado ferroviario de México para desentrañar el enigma detrás de la frase “hecho la mocha”.
La narrativa inicial se centra en la llegada del ferrocarril a México, evocando la fascinación que suscitaba en la gente al presenciar el paso de trenes, ya fueran de carga o de pasajeros. Específicamente, captura la atención de la audiencia el fenómeno de ver solo la locomotora, sin vagones, una imagen que llevó al ingenioso apodo de “mocha”, sugiriendo la idea de algo cortado o cercenado.
No obstante, la trama se intensifica en los últimos años de la década de los cincuenta con la entrada en escena de la Locomotora No. 40. Lo notable de esta locomotora radica en su punta más pequeña y una cabina ligeramente reducida, elementos que contribuyen a esa apariencia singular de estar “mocha” o cortada. Lo intrigante es que esta reducción en tamaño no solo le otorga una estética única, sino que también le confiere la capacidad de alcanzar velocidades notoriamente superiores en comparación con sus contrapartes ferroviarias.
Es así como “La Mocha” no solo se convierte en un referente por su tamaño peculiar, sino que su fama se cimienta en la velocidad impresionante con la que surca los rieles. Esta combinación de características distintivas la eleva a un estatus icónico en la historia ferroviaria, trascendiendo su apodo original para convertirse en un símbolo de innovación y eficiencia en el transporte ferroviario de la época.