La historia de Filiberto Hernández aterrorizó la Huasteca Potosina de 2010 al 2014 por haber acabado con la vida de al menos siete mujeres, incluyendo a cuatro menores de edad.

Es fácil caer en la ilusión de que los asesinos seriales solo existen en películas, pero a veces la realidad supera la ficción, y la historia de Filiberto Hernández, conocido como “La Bestia de Tamuín“, es un ejemplo de ello. Durante cuatro años aterrorizó la región de la Huasteca Potosina con sus crímenes despiadados, que incluyeron la violación, asesinato y desaparición de varias mujeres y niñas. Hoy, casi 10 años después de su detención, su nombre sigue generando horror y su legado oscuro se mantiene vigente en la memoria colectiva de la comunidad. Esta es la historia de un monstruo que sembró el terror y la muerte en una región entera.

La Huasteca Potosina se caracteriza por ser un lugar paradisíaco, lleno de exuberante vegetación y con un clima envidiable. Sus habitantes solían dormir tranquilos, sabiendo que nada podía perturbar su paz; sin embargo, todo cambió cuando apareció Filiberto Hernández, quien sería conocido como La Bestia de Tamuín por sus horrorizantes crímenes, pero ¿quién está detrás de esto?

Filiberto Hernández Martínez, el hombre detrás del apodo, fue un exmilitar que enseñaba catecismo y karate. Nadie sospechaba que un hombre aparentemente respetable podía ser tan despiadado, pero su macabra carrera comenzó a desenmascararse cuando los cuerpos de niñas y mujeres comenzaron a aparecer en la región.

Nacido en 1971 en Ébano, San Luis Potosí, se mudó a Tamuín siendo niño junto a su familia. Vivieron en una humilde casa de madera, plásticos y lámina en la calle Prolongación Moctezuma, en la colonia Luis Donaldo Colosio. Allí, creció con sus cuatro hermanos y su hermana. Según su padre, Marcelino Hernández, colaboraba económicamente con la familia y era considerado un joven amistoso por sus vecinos.

Todo cambió cuando, a los 17 años, Filiberto decidió enlistarse en el Ejército Mexicano en busca de una mejora económica, y fue entonces cuando su familia perdió casi todo contacto con él. A su regreso, simplemente desapareció de sus vidas, hasta que años después se descubrió que era responsable de una serie de crímenes horribles en la zona. El nombre de “La Bestia de Tamuín” se extendió por toda la región y dejó una huella de terror en la memoria colectiva de la comunidad.

El exmilitar Hernández Martínez se había ganado la simpatía de la comunidad de Tamuín, donde impartía clases de karate y oficiaba como maestro de catecismo; empero, el jueves 3 de julio de 2014, justo antes de que se cumplieran cinco años de la primera denuncia de desaparición de una niña, los agentes de la Policía Ministerial lograron aprehenderlo gracias a las investigaciones privadas realizadas por su última víctima.

Inicialmente, la entonces Procuraduría del Estado lo detuvo por portación ilegal de armas, pero con el tiempo se descubrió que este era La Bestia de Tamuín, quien había aterrorizado a la Huasteca Potosina entre 2010 y 2014. Las autoridades lo trasladaron a un penal de máxima seguridad en Gómez Palacio, Durango, conocido como el Centro Federal de Readaptación Social Número 14 (Cefereso).

Una vez aprehendido, admitió los homicidios, lo que contribuyó a la localización de sus víctimas. El primer cuerpo encontrado correspondió a Eliehoenai Chávez Rivera, de 32 años, cuyos restos óseos aparecieron en un área de cañas el viernes 4 de julio de 2014, aproximadamente ocho semanas después de haber sido vista por última vez por sus seres queridos. La Bestia de Tamuín afirmó que la mató por rechazar una relación romántica con él. Según su testimonio, Chávez Rivera fue secuestrada en mayo después de haber concluido su jornada laboral en una fábrica.

El hallazgo del segundo cuerpo en el área conmocionó a la comunidad. Filiberto, el responsable, admitió haber violado, estrangulado y abandonado en un campo a Dulce Jimena, su vecina de nueve años, en abril de 2014. A medida que se avanzaba en la investigación, se estableció que el asesino estaba vinculado con la desaparición y muerte de otras tres adolescentes.

Rosa María, quien tenía entre 15 y 16 años, fue denunciada como desaparecida el 29 de octubre de 2010. Fue en 2014 cuando se encontraron sus restos óseos, aunque su identidad no fue confirmada hasta 2017. Por otro lado, Adriana, de 13 años, desapareció en 2011 y fue encontrada sin vida ese mismo año. La madre de la joven, Sandra Campuzano, quedó sorprendida al conocer que previamente el individuo había acosado sexualmente a su hija durante una actividad escolar de recolección de fondos.

Itzel, una niña de 12 años, desapareció en el año 2013 en las cercanías del lugar donde se hallaron otros cuerpos. Los restos de las cinco víctimas fueron descubiertos en una zona conocida como El Cañaveral, ubicada entre Tamuín y Ciudad Valles. Por último, se logró encontrar los restos de Rosa María Sánchez González, quien había desaparecido el 29 de octubre de 2010, a través del análisis de siete huesos hallados en Cañaveral de Puntilla, San Luis Potosí en 2014.

Tras admitir sus delitos y colaborar con las autoridades en la localización de los cadáveres de dos de sus últimas víctimas, Filiberto Hernández Martínez estuvo cerca de ser liberado debido a una equivocación en el proceso judicial, ya que un juez en Ciudad Valles lo exculpó de uno de los cinco cargos que enfrentaba y emitió una orden de liberación. No obstante, las familias de las cinco víctimas actuaron rápidamente para evitar la injusticia.

Filiberto Hernández Martínez en el Juzgado Primero Civil de Ciudad Valles

En 2016, el “Grupo de Acción por los Derechos Humanos y la Justicia Social” de la Ciudad de México brindó asesoría a los afectados y trabajó para garantizar que Hernández Martínez reciba la condena adecuada. Por su parte, el acusado alegó haber sido torturado para confesarse culpable y mencionó inconsistencias en su detención como parte de su defensa.

En el verano de 2019 se informó que el feminicida sería trasladado desde el centro penitenciario en Durango a la Huasteca Potosina para realizar algunas diligencias, aunque esta información nunca fue confirmada por las autoridades. En la actualidad, no se conoce con precisión su lugar de reclusión, pero se presume que continúa en el Cefereso de Gómez Palacio, Durango. Hasta la fecha, no ha sido condenado por ninguno de los delitos cometidos, lo que ha provocado la indignación de las familias de las víctimas al no haber obtenido justicia para sus hijas.

A pesar de que han pasado casi diez años desde su detención, su legado de horror sigue vigente en la memoria colectiva. Cada vez que se menciona su nombre, la gente se estremece y recuerda los días de terror que vivieron en la región. Su historia es un ejemplo de la fragilidad de la seguridad y la paz, y de que el mal puede estar en cualquier lugar.

La Bestia de Tamuín, un exmilitar y profesor de catecismo y karate, se convirtió en uno de los asesinos seriales más temidos de México. Sus crímenes incluyeron la violación, asesinato y desaparición de varias mujeres y niñas, que aterrorizaron a la región de la Huasteca Potosina durante cuatro años.

A pesar de que fue capturado y encarcelado, su legado sigue siendo una pesadilla para la comunidad. La gente sigue hablando de él en voz baja, como si temieran despertar a la bestia. La historia de La Bestia de Tamuín es un recordatorio de que el mal puede estar escondido detrás de cualquier apariencia y que el terror puede golpear en cualquier momento y en cualquier lugar.

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Masculinista, comunicador y productor empírico.

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